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Pepe Escobar: Barack y Mitt bailan la danza del dragón

Cuando se trata de encarar a China, a Barack Obama y Mitt Romney no los separan océanos.

Fue tan bonita – esa reunión del Día de San Valentín en la Casa Blanca entre el presidente de EE.UU. Barack Obama y el probable próximo líder de China, Xi Jinping.

Por Pepe Escobar Asia Times Online | Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens | 21 febrero 2012
Alto, afable, seguro de sí mismo, siempre dispuesto a sonreír, con una estrella pop como su segunda esposa (la cantante del Ejército Popular de Liberación Peng Liyuan), una hija que estudia en Harvard, y adicto a películas de guerra de Hollywood, Xi no podía ser un contraste más evidente con el saliente Hu Jintao, quién siempre parece una estatua de cera en Madame Tussaud.

¿Pero qué tiene que ver el amor con eso, diría un remix de Tina Turner? No mucho. Mientras los medios chinos hablaban en sus primeras planas de que “el águila y el dragón” deben esforzarse por lograr “confianza mutua estratégica”, Xi –como un amante recriminado durante una cita a ciegas– fue sermoneado por Obama sobre la devaluación del yuan, derechos humanos y Medio Oriente. Obama hace fintas con Xi sobre el comercio y Siria.

En poco más de un año, Xi Jinping será el nuevo presidente de China – en los hechos el primero entre iguales en el ultra cerrado comité fijo del Politburó en Beijing; es decir la gente que ha aprobado todas las políticas cruciales contenidas en el último plan quinquenal chino, que comenzó en 2011.

Ha sido un camino largo y tortuoso desde que EE.UU. se enamoró del Pequeño Timonel,

Deng Xiaoping, durante su famoso viaje de 1979 a EE.UU. Cuando volvió a Beijing, Deng –inspirado por Singapur pero también por mucho de lo que vio en su viaje– lanzó con toda la fuerza del caso sus reformas, “cruzando el río tocando las piedras”, pero siempre con un objetivo enfocado con precisión: “Enriquecerse es glorioso”.

Poco más de tres décadas más tarde, los intelectuales del presidente Mao, obligados a vivir como campesinos, fueron reemplazados por plutócratas urbanos turbo-capitalistas. China es la segunda economía por su tamaño y la fábrica del mundo, una superpotencia emergente, y el principal acreedor de EE.UU. Y Xi es el hombre con el que Obama o Mitt Romney –si no es atropellado en la carretera por una legión de iracundos derechistas– tendrán que tratar directamente. ¿Pero cómo?

Ese es el problema – porque las elites de Washington obsesionadas por China todavía están eminentemente perplejas ante el dragón. Washington demanda todo de China – pero nunca se sabe lo que Washington está dispuesto a ofrecer. ¿Es por lo tanto una cooperación de “confianza mutua estratégica” como le gustaría a China? ¿O es una competencia estratégica directa, abiertamente antagónica? ¿Conformarán, juntos, el mundo multipolar del Siglo XXI; o estamos ya en la niebla de una Nueva Guerra Fría?
Los blues de Barack

Desde fines del año pasado, la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, ha estado pregonando el Siglo del Pacífico de EE.UU. Y a principios de enero –nada menos que en el Pentágono– Obama anunció la nueva estrategia de defensa de EE.UU., descartada inmediatamente por el Partido de la Guerra por ser un fracaso “dirigido desde atrás”

La nueva estrategia de defensa de EE.UU. es astutamente engañosa. Es fácil interpretarla como el proyecto para una Nueva Guerra Fría, esta vez librada en Asia. Cuando Beijing la considera, ve un cerco – no confianza mutua. Las “proyecciones de poder” del Pentágono abundan – desde el Golfo Pérsico al Mar del Sur de China.

En cuanto al tan alabado “pivoteo” de Medio Oriente a Asia, implica en realidad una detención prolongada en el Sudoeste de Asia – como ser en Irán. Los tres principales mantras de EE.UU. en Medio Oriente no han cambiado: apoyo ciego a las seis monarquías/emiratos del Consejo de Cooperación del Golfo (¡olvidad las Primaveras Árabes en el Golfo!); “defensa de la seguridad de Israel”; y sobre todo contención de Irán.

Un “pivoteo” puede ciertamente ser identificado en el énfasis especial puesto en la prevención de que Irán –así como China– se vuelvan asimétricos, como ser en la guerra electrónica y cibernética, y en el desarrollo de misiles balísticos y crucero de máxima calidad, así como defensas aéreas sofisticadas.

Lo que el Pentágono llama “reajuste” hacia Asia-Pacífico –descrito a veces como “reposicionamiento”– se centra en la manipulación directa de emociones mixtas, especialmente en India y Japón y al otro lado del Mar del Sur de China, respecto al espectacular ascenso de China.

China es descrita como “acometedora” y también “revanchista” – implicando en ambos casos una amenaza. La escena está preparada para que Washington acuda al rescate – presentándose como una benigna potencia extranjera que provee seguridad regional.

Será difícil que esto sea tomado en serio en gran parte de Asia. No cuando la deuda nacional de EE.UU. (que ahora es mayor que toda la economía de ese país) es de más de 5 billones (millones de millones) de dólares y aumenta. Y no cuando Japón, Corea del Sur, Taiwán y los diez países de la ASEAN son progresivamente integrados a la economía china.

Además, Beijing es extremadamente flexible: su política oficial es crear un comercio en el que solo se pueda ganar y situaciones comerciales en todo Asia-Pacífico, como ser en el “10+1” (las naciones de la ASEAN más China” en el Sudeste Asiático.

Como comentó una reunión de banqueros expatriados en Hong Kong, medio en broma, la impresión general es que los imperios no andan dando tumbos y mueren; solo pivotean de la dominación de un patio trasero (Medio Oriente) a otro (Este Asiático).

La ópera bufa de Mitt

Enfoquemos ahora una posible presidencia de Mitt Romney. Mitt es percibido ampliamente como candidato de la crema del 1 por ciento; sus mega-ricos máximos partidarios incluyen a ejecutivos en Bain Capital (su antigua firma), banqueros de Goldman Sachs y magnates de los fondos de inversión de alto riesgo.

En su equipo de política exterior, los que están a cargo de la política de Asia-Pacífico son

Evan Feigenbaum, ex vicesecretario adjunto de Estado para el sur y centro de Asia durante el segundo gobierno de Bush; Aaron Friedberg, ex vice-asistente de asuntos de seguridad nacional y director de planificación política bajo Dick Cheney; y Kent Lucken, director ejecutivo de Citigroup Private Bank en Boston.

El “Libro Blanco” de política exterior de Romney lleva el título de “Un siglo estadounidense”. Aparte del hecho de que refleja exactamente la misma retórica de Obama/Hillary, es una obra maestra neoconservadora. No es sorprendente: Casi textualmente, reempaca la agenda neoconservadora del difunto Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC, por sus siglas en inglés) – esa colección de belicistas que nos llevó a la invasión y ocupación de Iraq.

El autor clave del documento de Romney no es otro que Eliot Cohen, actualmente profesor de estudios estratégicos en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados (SAIS) en Johns Hopkins – la fundamental escuela de capacitación neoconservadora.

Cohen, protegido del infame Paul Wolfowitz, fue uno de los creadores del PNAC en 1997. Se informa que inmediatamente después del 11-S presentó el tristemente célebre concepto de la “Cuarta Guerra Mundial”, conectando a Sadam Hussein con el 11-S y describiendo a Iraq como “la gran presea”.

Dick Cheney le ayudó a conseguir un puesto como asesor de la entonces secretaria de Estado Condoleezza Rice en 2007. Confirmando una vez más que Washington es el eterno regalo que sigue regalando, Cohen es ahora uno de los máximos asesores de Romney.

Predeciblemente, el trabajo de Cohen –la hoja de ruta de la política exterior de Mitt– es una orgia de prístino neoimperialismo. Llamadlo el gobierno de Bush III. Sin embargo, para dar una idea del actual humor agrio republicano, ni siquiera es suficientemente duro para esos belicistas de poltrona que pontifican en las páginas editoriales del Washington Post y del Wall Street Journal.

Es un ejemplo del truco promedio de política exterior de Mitt Romney. Cohen, el ventrílocuo, ha llevado a Mitt a subrayar que “EE.UU. aplicará todo el espectro de poder duro y blando para influenciar eventos antes de que entren en erupción en un conflicto” (es música en los oídos de los practicantes de la doctrina de Dominación de Espectro Completo del Pentágono).

Reflejando la nueva doctrina de Obama sobre China: “EE.UU. debe mantener y expandir su presencia naval en el Pacífico Occidental” y debe cerrar “la opción de China de expandir su influencia mediante la coerción”.

El toque final es, por cierto, “un robusto, multidimensional, sistema nacional de defensa de misiles para disuadir y defender contra ataques nucleares contra nuestro país y nuestros aliados”. Esto evoca imágenes de Mars Attacks! de Tim Burton.

Romney no ha antagonizado tanto a China en su campaña como los otros contrincantes republicanos, atropellados o no – por lo menos no todavía. Pero es inequívoco: un presidente Romney se apresurará a ir a la guerra contra Irán – porque Eliot Cohen lo dijo. Por cierto no dice a votantes confiados que una guerra contra Irán es una guerra contra China – incluyendo el vórtice de consecuencias impredecibles.

En la vida real, geopolíticamente, ya emerge un remix del clásico equilibrio del poder entre un grupo de naciones, en un arco de Este a Oeste. El unilateralismo se habrá acabado – pero está más que vivito y coleando en las hojas de ruta oficiales de Obama y Romney. Mientras Xi Jinping comienza a cruzar el río tocando las piedras, lo último que ve bajo esas aguas turbias es “confianza mutua estratégica”.
………
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia Times. Su último libro se llama Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009).
Fuente: http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/02/201221691330988678.html

1 comentario:

  1. Pepe Escobar va más allá; hace literatura periodística, lo cual nos demanda toda la atención. El resultado me parece extraordinario.

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