Por Raül Woo | cehBcn | publicado en enFoc |
El disparate trágico de la guerra de Georgia, confirma lo que los humanistas venimos denunciando este último año: una escalada en la presión militar sobre Rusia, por parte de gobiernos pro estadounidenses en la Europa del Este y el Cáucaso, que no presagia nada bueno.
Osetia fue unos de los primeros territorios que apoyaron a los blocheviques y lucharon por la integración en la URSS. En 1922 Stalin dividió y regaló la mitad del país, es decir Osetia del Sur, a su patria chica, Geogia. Siguiendo el ejemplo, su sucesor el ucraniano Kruschef, regaló a su vez Crimea a Ucrania (esos detalles de los autócratas...) A pesar de este juego de fronteras en el límite de la Federación Rusa, donde Osetia del Norte está integrada, una gran parte de la población del territorio del sur es rusa.
Osetia del Sur declaró su autonomía en 1989 después de la disolución de la Unión Soviética, dando lugar a un conflicto estancado con presencia de cuerpos de paz rusos, razón esta que motivó el rechazo europeo a la participación de Georgia en la OTAN en contra de las presiones de Washington.
En marzo pasado Osetia del Sur solicitó al mundo el reconocimiento de su independencia, después de que occidente apoyara la separación de Kosovo de Serbia.
Aliada de EEUU y armada también por Israel, Georgia incrementó treinta veces su gasto militar en los últimos años (un record mundial en rearme) y era el segundo país en número de efectivos en las fuerzas de ocupación de Irak. Efectivos que (oh, coincidencia) en las últimas semanas había estado repatriando para realizar maniobras conjuntas con un contingente militar estadounidense.
El presidente georgiano Mikhail Saakachvili, bajo las directivas, o al menos la complacencia obvia de EEUU, lanzó un ataque militar sorpresivo a Tbilisi, capital de la provincia separatista, en una supuesta "acción de pacificación y toma de control" al amparo mediático de los Juegos Olímpicos, en el que varias localidades quedaron arrasadas.
Rusia, justificándose en la agresión a sus tropas de paz y ciudadanos rusos de Osetia, respondió con un contra-ataque brutal por tierra, mar y aire, y la entrada de tanques hasta 40 kilómetros de la capital, Triflis. Resultando, en menos de una semana de combates, más de dos mil muertos y entre cuarenta mil y cien mil civiles desplazados, según la Cruz Roja y la ONU.
En el frente mediático, Bush (el Gran Invasor), Saakachvili (otro que tal) y los medios de comunicación estadounidenses portavoces del Pentágono y la Administración (de hecho casi todos), presentaron a Rusia como invasora de la "pequeña Georgia".
Entre el trajín del viaje de Sarkozy a Moscú, el alto el fuego, las acusaciones mutuas de atrocidades y el acuerdo de paz, Polonia firmó con EEUU el tratado de instalación en su territorio del escudo misilístico o "Escudo Estelar". Estas instalaciones supuestamente defensivas ante supuestos misiles iraníes resultan ofensivas hacia Rusia, que acaba de advertir a Varsovia que las considera hostiles.
Es lo que los humanistas veníamos denunciando desde hace más de un año: una escalada militar de EEUU en Europa del este y el Cáucaso, con la complicidad de presidentes antidemocráticos como el de Chequia, infames como el de Polonia, o directamente criminales como el de Georgia.
Hemos dicho y seguimos diciendo:
Primero: ¡No al escudo estelar de EEUU! ¡No a la OTAN! y ¡fuera bases estadounidenses de Europa!
Segundo: Desmantelamiento de los arsenales nucleares europeos.
Tercero: No a la reedición de la Guerra Fría. Acuerdos de paz, seguridad y cooperación tecnológica y energética entre la UE y Rusia. Prioridad a Rusia para la integración europea.
No se puede decir que los rusos sean los buenos en Georgia, pero aceptemos que también fueron ellos, con Gorbachov a la cabeza, quienes forzaron los acuerdos de no proliferación nuclear de hace veinte años. Ahora, mientras el gran público cree que la amenaza de una guerra atómica es cosa pasada, los cerebros (es un decir) de los chicos del Pentágono se preparan para un "ataque nuclear preventivo"... ¿A quiénes les caerá el pepinazo que despeje toda duda que imperio, como madre, sólo hay uno?
Pero, qué digo... ¡Nadal se vuelve de Pekín con medalla de oro! Somos campeones... ¡Oé, oé, oeee!
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