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Luis Bodoque Gomez: Recortes SÍ (pero en armamento)


Calcular el gasto militar español resulta una ardua tarea que exige complicados cálculos de ingeniería financiera, ya que todos los gobiernos sin excepción siempre se han esmerado en enmascarar un continuo incremento difícilmente justificable en el marco de la actual crisis económica. 


Por Luis Bodoque Gomez | Mundo sin Guerras

Si subvencionar bancos como si fueran ONGs o construir aeropuertos donde no existe tráfico aéreo nos parece un despilfarro incomprensible, ¿qué cabe pensar sobre destinar importantes partidas presupuestarias a comprar aviones, fragatas, blindados, submarinos, misiles y munición diversa? ¿Qué terrible enemigo poseemos que convierte en necesaria esa desproporcionada inversión bélica?


La respuesta a esa cuestión se halla en los compromisos adquiridos derivados de nuestra pertenencia al aparato militar de la OTAN a la que, sin embargo, el pueblo español siempre se opuso y que nos obliga a ir aumentando progresivamente el gasto en armamento mientras se maquilla semejante indecencia administrando arbitrariamente el Fondo de Contingencia y desviando dinero de ministerios tales como el de Industria, camuflándolo como I+D.


En los últimos años, hemos gastado casi 30.000 millones de euros solamente en comprar armas. Para pagarlas hemos contraído créditos que no podremos cancelar por lo menos hasta el año 2025. De hecho, la tercera parte de esa absurda deuda procede de los intereses de demora devengados gracias a la ineptitud e incompetencia de nuestros gobernantes para afrontar los pagos de semejante dispendio. Es decir, nuestros dirigentes se dedican, presionados por la OTAN, a adquirir todo tipo de armamento que en modo alguno necesitamos y luego no saben ni cómo pagarlo. Con todo ese dinero podríamos haber financiado, por ejemplo, la mayor parte de la red de alta velocidad. De hecho, solamente con lo que nos gastamos cada año en ese estúpido concepto, estaríamos en situación de afrontar casi medio millón de subsidios de desempleo más, construir 10 hospitales o inaugurar 3 universidades.


A todo esto hemos de añadir la cuestión surrealista de enviar soldados a cualquier recóndito rincón del mundo a defender no se sabe bien el qué. Las partidas presupuestarias destinadas a tal fin crecen a un ritmo que ya lo quisieran para sí las pensiones de los mayores pero, al parecer, a nuestros políticos les preocupa más el prestigio patrio internacional que su dignidad. En total gastamos en Defensa más de 70 millones diarios y, aún así, a la hora de efectuar recortes, Educación, Sanidad, Cultura, Ciencia y Asuntos Sociales son las áreas más perjudicadas. ¿Qué tipo de mundo es ese al que nos están conduciendo que necesita más soldados y policías y menos médicos y maestros?

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