Por Mariano QUIROGA | Pressenza International Press Agency | París, 2011.01.29
Una jornada histórica para el pueblo egipcio. Quinto día consecutivo de protestas, casi un centenar de muertos y la firme convicción que el cambio es estructural o no se está cambiando nada. Hosni Mubarak, que ya lleva 30 años dirigiendo con la fusta al país norteafricano, disolvió el gobierno y hoy comenzó a recomponerlo. Bajo la amenaza del toque de queda y con los tanques cercando a los manifestantes.
Tanto los Hermanos Musulmanes como los partidos clandestinos de la oposición -el régimen egipcio es de partido único- han estimulado la movilización ciudadano y han criticado la actitud sorda del Presidente, que propone cambios accesorios pero perpetuándose en el poder.
El director de los servicios de inteligencia, Omar Suleiman, fue nombrado vicepresidente, cargo estrenado, ya que no existió durante el mandato de Mubarak. El encargado de confeccionar el nuevo gobierno es el jefe de la Fuerza Aérea egipcia Ahmed Shaquif, ex ministro de Aviación Civil y que fue nombrado primer ministro. Se especula con que su nombre fue dictado por la Casa Blanca.
Pero pese a las amenazas y estas reformas sutiles, el pueblo sigue en las calles. Tanto cristianos como musulmanes son arengados por sus líderes religiosos, promoviendo un reclamo no violento pero persistente.
Los cordones humanos
Una forma de organizarse muy concreta y muy férrea muestra el nuevo espíritu de esta revolución: la protección. Así como los musulmanes protegieron las iglesias mientras se llevaban a cabo las noches de consolación luego de los atentados del 31 de diciembre, con una treintena de muertes y luego del ataque de un policía que descargó su arma contra un vagón de viajeros cristianos. Los cristianos también rodearon las mezquitas en las horas previas de las primeras movilizaciones, creando una hermandad y un respeto muy fuerte.
Para evitar desbordes y que la turba no responda a las provocaciones de la policía los manifestantes han cercado el Museo Nacional de Egipto y los hospitales. Haciendo también, de este modo, un control sobre posibles infiltrados que buscaran justificar una derramamiento de sangre.
La gente no quiere violencia, por eso han salido con flores para regalar a los soldados. Muchos de los cuales han manifestado abiertamente su apoyo a los manifestantes, incluso en días precedentes policías desoyeron órdenes y se pusieron del lado de los civiles. "Mano con mano, pueblo y ejército juntos", es la consigna que más se oye cantar en las calles.
Esta hermandad es resistente y habla de un nuevo momento histórico, que desmiente el discurso de guerra de civilizaciones, de extremismos y permite soñar con un porvenir amplio y plural.
El amor está en las calles y se enfrenta a la violencia con la cara descubierta, el futuro de Egipto no tiene otro remedio que mejorar, su pueblo tomó la decisión y no hay suficientes Mubarak para impedirlo.
Investigación, análisis y opinión del humanismo contemporáneo
Egipto: pueblo y ejército, juntos por el cambio
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